La huerta es una expresión social, donde la cultura de trabajar la tierra y producir alimentos sanos se manifiesta familiarmente. Es parte de herencias generacionales, experiencias que transmiten nuestros mayores, donde los abuelos toman la palabra y nos cuentan de cómo producían tomates, lechugas, zapallos, morrones y como procesaban con la abuela alimentos derivados. Las escuelas agrarias mantienen vivas estas actividades y la incorporan en la formación de nuestros alumnos; son el punto de partida en el contacto suelo-planta y clima.
En algunos tiempos minimizada esta tradicional cultura, dejada de lado por falta de tiempo, de espacios y también reemplazada por otras actividades; limitada a la promoción por algunos movimientos sociales, recobra hoy nuevamente su presencia. Es alentada en muchos lugares, destacándose casos donde los Municipios intervienen y logran resultados excelentes concientizando en volver a las huertas familiares. El INTA alentó siempre desde su programa Pro huerta, y su mensaje técnico es valorado e integra parte del diseño curricular.
La huerta genera permanentemente muchas experiencias pedagógicas de innovación, son campo fértil para crear proyectos vinculantes entre varias disciplinas curriculares, son también de traslación permanente a las familias, los alumnos llevan y taren experiencias y promueven los huertos familiares.